domingo, 18 de marzo de 2018

Nos vamos a Japón II

Primavera 2017 ❀ 

-Sold out! Lo que me estaban intentando decir los soldaditos de plomo en perfecto acento japonés era que las entradas para la subasta de atún estaban ya todas vendidas. "Anda que ya me vale. Con lo clarito que lo estaban diciendo"

Pues nada, ahí estamos los tres en mitad de la noche -tres de la madrugada- en alguna calle de Tokio y sin entradas para la subasta de atún de la lonja TuskijiPrimer objetivo no cumplido. No queda más remedio que tocar retirada y volvernos al hotel.

-Arigato, arigato. Bye, bye. "Cuando llegue al hotel tengo que buscar cómo se dice adiós en japonés. !Joer! Sayoonara baby". En fin, seguro que Dora está de resaca...

Pero bueno, como uno es así de culo inquieto, a las dos horas ya estaba de nuevo en la calle con mi equipación de runner forever y con un nuevo objetivo: llegar a la réplica de la Estatua de la Libertad en la isla artificial de Odaiba y volver cruzando el Puente del Arco Iris.

Distancia teórica del circuito recién diseñado así sobre la marcha: 15km. Distancia real entre que me pierdo y no, seguramente también así sobre la marcha: 21km. "Ideal. Mi primera media maratón en Japón. Let's go"

No son ni las cinco y media de la mañana y... ¡ya es completamente de día! ¿País del sol naciente? Lo reflexionaremos esta noche con el gintonic. De momento, ya me ven galopando cual gacela ibérica por las calles de Tokio con el empuje de Malú. Paso de nuevo por la lonja Tsukiji y saludo a mis amigos nocturnos, los soldaditos de plomo. Ahí siguen ellos impertérritos como dos gotas de agua. Nos regalamos una sonrisa.

Empiezo a cruzar puentes: uno, dos, tres, derecha, cuatro, izquierda, cinco, todo recto... "¿No tenía que  girar a la derecha después del quinto puente? Ya está; ya me he perdido".

No quiero gastar datos de Internet por ello de la pela pero, ante la situación "no tengo ni idea dónde estoy", no me queda más remedio que hacer uso de googlemap para reubicar mi cuerpo Serrano en el map (mapa). Finalmente, medio escondida entre la vegetación, descubro una mierdecilla mini réplica de la Estatua de la Libertad. Tocamos chufa y nos tomamos una horchata.

Desde la bahía de Odaiba luce una imponente postal de Tokio.

Tokio desde la isla de Odaiba (Rainbow bridge al fondo)

Me siento afortunado y doy gracias a Dioniso por permitirme vivir estos momentos tan mágicos. Toco la túnica de la Estatua de la Libertad -como si eso me fuera a traer buenaventura- e inicio el retorno, ilusionado por cruzar el famoso puente colgante del Arco Iris. Los datos mega caros de googlemap me llevan de nuevo de la mano hasta la entrada del mismo, de la cual cuelga un cartel que reza: CLOSED.

"¡No puede ser!" Un trozo de mi gozo en un pozo. Dora me recuerda que, claro, ¿qué me esperaba a las seis y media de la mañana? Pues nada, no queda más remedio que deshacer el camino galopado. "A ver si encuentro las piedras de Pulgarcito por el camino para no tener que gastar más datos de Internet, porque como los impuestos a las compañías de telecomunicaciones extranjeras sean iguales que a los fabricantes de automóviles extranjeros, ya verás tú el precio de la carrera matutina". Segundo objetivo no cumplido.

Para aquellos lectores surrealistas que no sepan quién es Pulgarcito, no se preocupen y disfruten de su juventud.

El resto del día transcurrió callejeando por Tokio y con el mapa del metro pa'rriba y pa'bajo.

Volví de nuevo, por supuesto, a la lonja de Tsukiji para visitarla aunque fuera rodeado de tropecientos mil turistas. Los trabajadores autóctonos te miran con cara de "pero si aquí está ya todo el pescado vendido". Pero a los turistas nos da igual. Somos así... Si no queremos comprar pescado; lo que queremos es hacer fotos. Los más valientes desayunan sushi hacinados en unas mini casetas de madera con unas cortinillas en la entrada que invitan a todo menos a entrar. Mejor me reservo para la noche.

Visité el santuario de Meiji -emperador nº122 que transformó industrial y socialmente el país a finales del siglo XIX, convirtiéndolo en una potencia mundial- donde por supuesto realizamos el ritual de la suerte. Purificas las manos y la boca con un chorrito de agua que cae de una canalización sagrada de latón (fuente). Después, inclinas la cabeza dos veces y das tres palmadas al aire, dejando un segundo entre cada una de ellas. Unas vez purificado, inclinado y palmeado, reflexionas, rezas o pides. El ritual, extrapolable a cualquier otro templo y/o santuario de la geografía nipona, es digno de análisis. ¡Ah! y de paso no se les olvide dejar unas moneditas en la caja, dicen que para el mantenimiento de las intalaciones. Lo reflexionaremos esta noche con el gintonic. Se me acumulan los temas de reflexión.

Absorbí fideos del típico Rahmen (sopa japonesa). La barra del restaurante estaba abarrotada de japonesitos y japonesitas con traje negro y camisa blanca, pero a mi lado se sentaron -así es Murphy- una pareja de japoneses octo- o nonagenarios que automáticamente llamaron mi atención. ¡Madre del amor hermoso! Qué destreza en el uso de los palillos y qué velocidad absorbiendo fideos. Vaciaron el cuenco en un visto y no visto. Les juro de verdad que pensé que entre sorbo y sorbo se les caía la dentadura al cuenco. Entre tanto, ahí estaba yo a mi ritmo y sudando como un pollo. A punto estuve de cortar los fideos para facilitar su ingestión, pero decidí no cometer sacrilegio y absorberlos como los abuelillos, a toda velocidad y a todo volumen. Continuaba mi proceso de mimetización.

Paseé por Kabukicho -barrio rojo de Tokio- donde viví uno de los momentos más surrealistas del día en un restaurante de robots: la niña del co... No hay palabras que puedan explicar lo vivido.

Con la niña del co... y tres mil personas más, cruzamos el famoso cruce de Shibuya. Ahí estábamos todos inmortalizándonos unos a otros -a ver quién hace la foto más original- como partes integrantes de una masa humana que simplemente se dedica a eso, a cruzar un paso de peatones. ¿Arte moderno? ¿Consumismo capitalista? ¿Borreguismo? Reflexión para el gintonic nocturno.

Pero antes de la reflexión, lo mejor del día estaba todavía por llegar: I love sushi. 

Continuará


Gran Tori o puerta de entrada al santuario Meiji

Como cantaría María del Monte: A la sombra del almendro
El poder de absorción de un móvil
Las niñas del co... No le den al play que no funciona. 

Cruce de Shibuya: 3000 personas se abalanzan al mismo tiempo por cada señal verde del semáforo.

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