domingo, 3 de diciembre de 2017

Mi primer día

Esta semana les iba a escribir sobre mi querido PlusPlus, espacio donde ejercito mis ya-quisiera-yo muy desarrollados pectorales, pero la semana ha estado un poco saturada de emociones y, como no sabía muy bien ni por dónde empezar, he decidido cambiar el guión. Mejor empezar por el principio, ¿no les parece? ¡Venga! Y el PlusPlus para otro día.

Remontémonos todos juntos de la mano -teletransporte conjunto confraternizado- a finales del año 2015 d.C. Muchos de ustedes, mis queridos lectores surrealistas, ni siquiera habrían nacido. ¡Qué me gusta exagerar!

Ya conocen la historia del pueblo, de la ola, el aterrizaje en la city, el armario renovado y todo eso... Pero, tras mucho deambular de aquí para allá, llegó el día que a este españolito no le quedó más remedio que atarse los machos y presentarse en su nuevo puesto de trabajo. Una nueva aventura estaba a punto de comenzar.

Más que los machos, lo que realmente me tuve que atar esa mañana, antes de salir de casa, fue el nudo de la corbata. Sí, mi nuevo puesto de trabajo requería y requiere de semejante habilidad, así que ya me ven la noche anterior haciendo un curso online sobre nudos marineros. Oigan, no pegué ojo en toda la noche. Chispa y Dora se montaron una juerga de cuidado y no hubo manera -y si la hubo ni me enteré- de caer bajo el embrujo de Morfeo. Y, claro, llegó la hora de hacerse el nudo de la corbata a la mañana siguiente y comenzó la fiesta; la de verdad.

El curso marinero intensivo "corre, corre que te pillo" había sido de lo más completo, pero Dora -así es ella- recordaba solamente dos de ellos: el sencillo y el Windsor (de la dinastía Windsor de toda la vida),

No vean la de veces que tuve que atar y desatar esa mañana al jodido querido primo de Isabel II, mientras un experto en protocolo de Youtube, con acento sudamericano él, me explicaba muy amablemente los pasos a seguir. No había manera:

Que si la corbata ha quedado un palmo, dos palmos, tres palmos por debajo del cinturón. Que si ahora me queda por la zona 6-pack (efecto PlusPlus imaginario). Que si tira por aquí, tira por allá, pon los dedos aquí, sujeta, pasa, tira, aprieta, afloja...

- "¡¡Mierda de nudo!!"

Si hubiera podido, yo creo que Oswaldo -el personaje sudamericano experto en protocolo de Youtube que vaya usted a saber realmente cómo se llamaba- habría salido de la pantalla para hacerme el nudo él. Les juro que estuve a punto de desistir, pero no, este españolito nunca se rinde.

- "Esta corbata tiene ya más arrugas que mi tez facial mega hidratada. Venga, a plancharla otra vez..."

Y al final, tras una sudada de "a este paso me voy a tener que duchar de nuevo" y "es la última vez que lo intento, quede como quede me voy", consigo que el primo de Isabel II quede atadito de una manera algo parecida a eso, a un nudo de su familia: los Windsor. Realmente yo creo que inventé un nuevo nudo; un híbrido entre Windsor y sencillo.

Estaré eternamente agradecido a Youtube por enseñarme a hacer, en diferentes momentos de mi aunque-no-lo-parezca extensa vida, tres cosas muy importantes: 1) garbanzos con bacalao, 2) churros y 3) nudos de corbata. Lo de los churros y los garbanzos con bacalao lo dejamos para otro post, por aquello de mantener una línea narrativa ordenada. Hala pues...

Total, que me presenté en mi nuevo lugar de trabajo ideal de la muerte. Bajo mi daltónico e inexacto punto de vista, todo estaba perfecto. Hasta los colores diría yo que iban a juego.

Y ustedes se preguntaran, pero ¿de qué color era la corbata? Pues les diré que la corbata era de un color rojo, rojo, pero muy rojo: ¡Olé! Vamos, que me faltó entrar en la oficina entonando el famoso cántico: "entre flores, fandanguillos y alegría...". Pero como uno es así de discreto -al color de la corbata me remito-, me ahorré el cántico.

La jornada transcurrió sin grandes contratiempos. Mis nuevos compañeros, compañeras y jefe del cotarro hicieron que mi primer día fuera realmente muy fácil. Uno se adapta a cualquier situación, aunque bien es cierto que Dora no paró de enviarme whatsapps durante todo el día en plan: "madre del amor hermoso, ¡dónde te has metido!"

Llegaron las sieteochoytantas de la tarde y decidí aflojar las cadenas del primo Zumosol, digo, Windsor.

- "¡Madre qué alivio! Si hasta parece que respiro mejor".

Pero les confesaré un secreto. Aquel nudo Windsor que conseguí hacer aquella mañana con los ojos cerrados, sigue ahí literalmente intacto. Tal cual lo hice, tal cual se quedó. De vez en cuando un planchadito y... ¡a jugar!: aprieta, afloja, afloja, aprieta.

Respecto a los colores, les confesaré también -Ave María purísima- que quizás hubo uno que fue un poco a su bola y ése fue el de mi mochila. Una fantástica mochila naranja que ¡me encanta! y que, oigan, hasta pensé que me daría un punto joven y moderno. Pero se conoce que no; ni joven, ni moderno. Si Oswaldo la hubiera visto...

Oswaldo no la vió, pero la secretaria del jefe del cotarro -una Diosa del glamour y la elegancia- sí, y al instante. Del Windsor encadenado o de los fandanguillos y alegría de la corbata no dijo nada, por lo menos ese día, pero de la mochila no se pudo resistir.

Pero de esto ya les hablaré en el próximo post, que estoy cogiendo carrerilla.

¡Viva Purificación García! ¡Viva!






No hay comentarios:

Publicar un comentario